martes, 11 de octubre de 2011

Cadáveres quemados

La acción del fuego sobre el cuerpo puede producir afectación de la piel determinando quemaduras de diversos grados o carbonización llegando a afectar al hueso, e incluso a calcinarlo. Cuando el grado de afectación es intenso deben aplicarse los protocolos de antropología forense, teniendo en cuenta las particularidades del caso. Presentamos cuatro casos estudiados en el Laboratorio de Antropología Forense de la Escuela de Medicina Legal de Madrid, en los que se han seguido técnicas diferentes a fin de poder establecer la identificación del cadáver y el diagnóstico de la muerte así como otras cuestiones de interés en la investigación antropológico forense.

"Las quemaduras son las lesiones resultantes de la acción de agentes físicos, químicos o biológicos que al actuar sobre los tejidos dan lugar a reacciones locales o generales cuya gravedad está en relación con su extensión y profundidad". Esta definición de quemaduras recogida por Gisbert Calabuig [1] es el punto de partida para la descripción de los efectos que produce el calor sobre el cuerpo humano, bien sea a través de agentes físicos (calor, electricidad, calor radiante, radiaciones), agentes químicos (sustancias cáusticas o corrosivas), agentes biológicos (insectos, medusas, peces, batracios, plantas, etc).
De todos estos agentes etiológicos aquellos que producen una mayor destrucción en el cuerpo son los agentes físicos y químicos, que pueden llevar a la destrucción o alteración de las partes blandas e incluso de los huesos. El mayor número de casos se dan con el fuego como agente productor y con un origen por lo general accidental, pero esto no descarta que también pueda tratarse de un origen intencional, con el ánimo de hacer desaparecer cualquier vestigio del cuerpo que permita su identificación.
Cuando el fuego ha actuado durante mucho tiempo o se han alcanzado temperaturas muy elevadas, el cadáver se encuentra totalmente irreconocible con alteraciones muy marcadas en partes blandas e incluso con alteración y afectación ósea. En estos casos se suele hablar de carbonización cadavérica, que conlleva a un hábito externo con la postura de boxeador, retracción de los tejidos, protusión de la lengua, desaparición del pelo y sequedad y color negro de la piel. Dentro de los diferentes grados de carbonización podemos encontrar que las cavidades (cráneo, tórax, abdomen), hayan estallado, encontrándose abiertas, y las extremidades pueden llegar a desaparecer. También debemos tener en cuenta que no todos los carbonizados son iguales. En algunos casos puede desparecer el tórax, abdomen o cualquier otra zona del cuerpo si el foco de incendio actuó en ese lugar, mientras otras zonas del cuerpo pueden aparecer prácticamente indemnes. Todo ello hace que la carbonización cadavérica conlleve además de los problemas médico-legales y forenses propios del estudio de cualquier cadáver otros adicionales, que son característicos de este tipo de muerte.
Son estos casos sobre los que el laboratorio de Antropología Forense de la Escuela de Medicina Legal de Madrid tiene más experiencia y los que como comentábamos presentan una mayor incidencia dentro de la casuística antropológico-forense. Presentan alteraciones generales que afectan a todo este tipo de cadáveres como son:
• Peso del cuerpo, dado que este va a depender del grado de reducción de las partes blandas e incluso de la pérdida de parte del cuerpo (sobre todo extremidades).
• Cálculo de la talla. También se verá impedido por la contracción que experimenta todo el cuerpo.
• Signos de identificación de la superficie corporal, tales como cicatrices, tatuajes, marcas de operaciones o cualquier otro tipo de marcas suelen haber desaparecido. En todo caso pueden quedar marcas en órganos internos (como una gastrectomía antigua).
• Signos de identificación sexual los tendremos que buscar en órganos internos, o a través del estudio antropológico-forense de los huesos.
• Reducción de volumen de órganos y miembros, que se produce en los cadáveres carbonizados da por otra parte la apariencia de ser una persona más joven de su edad real.
Otro punto de interés es conocer si la víctima ha respirado en el foco de incendio. La investigación sobre la presencia de carboxihemoglobina en sangre presenta a veces resultados controvertidos, así se señala que está frecuentemente ausente en las víctimas de accidentes de aviación, o en aquellos casos de explosiones, u otros tipos de deflagraciones en que la muerte se ha producido de una forma rápida.
Otros autores indican que dependiendo del lugar donde se ha producido el incendio las cantidades de carboxihemoglobina pueden variar, así Betz et al [2] señalan que sobre una muestra de 21 casos de suicidio por fuego, encuentran que la concentración de carboxihemoglobina revela bajos niveles, entre 3 y 30% en suicidios cometidos en lugares abiertos, mientras que en suicidios cometidos en coches mostraban una concentración de CO de entre el 34 y el 87%. De los 21 casos en 18 encuentran partículas de carbón en vías respiratorias, incluso en algunos de los cadáveres con una baja concentración de monóxido de carbono, por lo que aconsejan un cuidadoso examen de las vías respiratorias.
Para Wirthein y Pless [3] tras el estudio de 28 accidentes de coche en los que se produjo un incendio señalan que en caso de encontrar unos valores de carboxihemoglobina mayores del 30% nos sugiere que la causa de la muerte ha podido ser la inhalación de CO, mientras que si los valores son inferiores al 20% debemos buscar otra causa de muerte.
Martínez y Olano [4], también publican que la existencia de quemaduras, hollín y material de combustión en epiglotis, laringe, tráquea y bronquios nos indicará que el individuo ha respirado en el foco de incendio.
Tanto estos autores como otras revisiones que se hacen en personas que han fallecido en un incendio parecen apuntar en el sentido que cuando encontramos unas cifras altas de carboxihemoglobina o restos de carbón en vías respiratorias el sujeto ha respirado en el foco de incendio. En caso contrario debemos buscar otra causa de muerte sin descartar que haya podido respirar cuando se encontraba en el foco de incendio.
Otra cuestión a tener en cuenta es que en ocasiones se pueden encontrar lesiones asociadas como es la presencia de sangre entre el hueso y la duramadre y que se puede confundir con un hematoma extradural ocurrido en vida. Los hematomas producidos por el fuego son epidurales y tienen color chocolate oscuro y consistencia como la miel. Estos hematomas son además grandes, delgados y se encuentran bajo el parietal y temporal extendiéndose en algún caso hasta el occipital.
En cuanto a las zonas que afectan en el cráneo las fracturas por fuego Bohnert [5] en una revisión que realiza sobre fracturas producidas por el fuego no encuentra descrito ningún caso que afecte a la base del cráneo.

Material y método
El material que hemos utilizado para este estudio son los casos de quemados que se han informado en el laboratorio de Antropología Forense de la Escuela de Medicina Legal de Madrid. En concreto los casos a estudio son:
1.- Cadáver carbonizado hallado dentro de un coche.
2.- Cadáver carbonizado de un sujeto que había fallecido en un incendio dentro de un camión.
3.- Cadáver carbonizado hallado en la cama dentro de una casa que había sufrido un incendio.
4.- Caso en que se nos remite una urna que se había hallado en una playa por un submarinista.
El método seguido para su elaboración ha sido la aplicación del protocolo antropológico-forense de la Escuela de Medicina Legal, si bien teniendo en cuenta los aspectos particulares de este tipo de cadáveres.

Resultados
EN EL PRIMER CASO.
En este caso se solicitó y nos fue remitida la ficha dental del dueño del coche para tratar de comprobar si se trataba del mismo individuo. A pesar del grado de deterioro externo del cadáver (el cráneo había estallado y parte de las extremidades se habían perdido, procedimos primero a realizar un estudio radiográfico completo buscando posibles fracturas, elementos extraños o cualquier tipo de artefacto que pudieran existir en el cadáver. No se halló ningún objeto extraño y el paso siguiente fue realizar en el cráneo (Fig. 1) radiografías lateral (Fig. 2) y del maxilar superior (Fig. 3). A partir de estas radiografías y su estudio comparativo con la ficha dental se pudo establecer que se trataba del mismo individuo. Posteriormente se procedió a la apertura de las cavidades y estudio de órganos internos encontrándose en el árbol bronquial partículas de carbón (Fig. 4). A nivel cardiaco observamos sangre coagulada de color rojo cereza (Fig. 5).
EN EL SEGUNDO CASO.
En este caso tras solicitar la documentación clínica de la persona, que habitualmente era el conductor de ese camión, se nos enviaron radiografías antemortem de un accidente sufrido en una fecha anterior en las que se observaba la ausencia de parte de una pierna.
Siguiendo el protocolo de nuestro laboratorio procedimos a radiografiarlo y posteriormente retirar las partes blandas y limpiar los huesos para tratar de buscar algún signo identificativo. En este caso si se pudieron observar detalles aclaradores, como podemos ver en las figuras 6 y 7. La figura 6 representa una radiografía antemortem en la que se observa una amputación traumática del peroné con un resto de la extremidad proximal de dicho hueso que en la figura vemos junto a la radiografía. En este mismo sujeto pudimos ver una excrecencia ósea en el ilion en la radiografía antemortem y esa misma excrecencia se puede observar en el coxal que aparece al lado (Fig. 7).
EN EL TERCER CASO.
Se nos remitió un cadáver carbonizado en el que la cabeza se había conservado (Fig. 8), mientras en el resto del cuerpo faltaba parte del tronco en donde el foco del fuego había actuado durante más tiempo. Se procedió como siempre a la radiografía del cadáver no encontrando fracturas o cualquier otro dato que pudiera indicarnos un origen criminal de la muerte. El problema se planteó al tratar de identificarlo ya que se tenían fuertes sospechas de la persona que se trataba pero no se disponía de ficha dental, radiografías o cualquier otro dato clínico ante-mortem. Se aportaron dos fotografías de la posible víctima pero las alteraciones del rostro no permitieron establecer una identificación satisfactoria. Se decidió intentar una prueba de paternidad entre DNA extraído de la cavidad pulpar de un molar de la víctima con dos de sus hijas.
Se estudiaron los marcadores y los resultados obtenidos con la probabilidad de paternidad para cada una de las hijas fueron de 0.9978 y 0.9987 con lo que se pudo concluir que el cadáver era del padre.
EN EL CUARTO CASO.
Encontramos restos fragmentarios de pequeño tamaño, de color blanco y con signos de haber sido quemados con partes blandas, ya que cuando se calienta un hueso con partes blandas se rompen por líneas constantes o puntos de menor resistencia dando un dibujo característico, [6]. Revisados todos ellos se comprobó que correspondían a un solo individuo adulto, probablemente varón. La coloración ocre que presentaban algunos de los fragmentos pudo verse que correspondía al color de la urna que los contenía. (Fig. 9)

Discusión y conclusiones
CASO 1. Los hallazgos indicaban que el sujeto había respirado en el foco de incendio. Por tanto en este caso se logró por una parte la identificación del cadáver y por otra determinar si había respirado en el foco del incendio. Esto llevó a posteriores investigaciones judiciales que sirvieron para establecer la causa de la muerte como suicidio.
CASO 2. En este caso la identificación se pudo realizar gracias a la comparación del hueso limpio de partes blandas con las radiografías antemortem. Esto debemos tenerlo en cuenta y no abandonar si no podemos establecer un cotejo positivo entre radiografías ante y post- mortem, ya que en ocasiones debido a las dificultades para obtener determinados detalles radiográficos en el cadáver la solución puede llegar al observar los huesos directamente.
CASO 3. En este caso solo se pudo establecer la identificación a partir del material extraído de la cámara pulpar de un molar, dado que no disponíamos de ningún antecedente médico o de cualquier otro tipo con el que comparar. Cuando se trata de cuerpos muy deteriorados la cámara pulpar puede conservar suficiente cantidad de material orgánico para poder extraer ADN, como nos ocurrió en este caso.
CASO 4. En este caso solo se pudo llegar a establecer que los restos correspondían todos al mismo sujeto y que se trataba de un sujeto varón, que fue incinerado cuando estaban presentes las partes blandas. Posteriormente se comprobó que se trataba de una incineración en un tanatorio y que se había arrojado la urna al mar.
Como se puede observar, en los cuatro casos expuestos, a pesar de que todos ellos se conceptúan como cadáveres quemados, difieren en cuanto a los hallazgos e investigaciones que se pueden realizar sobre cada uno de ellos, pudiendo establecer como conclusiones generales respecto a los tres primeros que en el estudio de este tipo de cadáveres se debe tener en cuenta que los signos de identificación externos pueden haber desaparecido por la acción del fuego, siendo en este caso los estudios de los órganos internos y antropológico-forenses decisivos para resolver esta cuestión.
En el diagnóstico de si la víctima ha respirado o no en el foco de incendio debemos considerar no solo el estudio de la carboxihemoglobina en sangre sino otros signos como la presencia de partículas de carbono en vías respiratorios o esófago, y tener en cuenta además la presencia de otras substancias que se hayan podido liberar en el foco de incendio.
En cuanto a la causa de la muerte en estos casos, debemos recordar que hay que establecer el diagnóstico diferencial entre lesiones producidas por el fuego (fracturas, hematoma extradural) con aquellas que se pueden haber producido circunstancialmente (caída de tabique) y las producidas antes del incendio de origen criminal [7]. Los factores como drogas, alcohol acelerantes de la combustión y otros tóxicos deber ser tenidos en cuenta cuando nos planteamos una investigación de este tipo ya que pueden arrojar luz sobre cuestiones tan importantes como conocer si la muerte es de origen suicida, homicida o accidental.
Finalmente señalar que en nuestra experiencia en estos casos es primordial la realización, antes de cualquier otra técnica de estudio, de una serie lo más completa posible de radiografías de todo el cuerpo, teniendo especial cuidado en cráneo y boca, ya que pueden aportarnos una información esencial. De no hacerlo así puede ocurrir que debido al estado de fragilidad tanto de partes blandas como de algunos huesos y zonas anatómicas, perdamos una información que sería irrecuperable.
En cuanto a los cadáveres calcinados, la información que podemos aportar es menor, pero no por ello debemos de dejar de realizarla, ya que el hecho de la descripción de si se trata de restos humanos o animales, el número de individuos que puedan existir en una cremación, así como si los restos se quemaron una vez esqueletizados o con partes blandas pueden aclarar factores importantes dentro de la investigación.

Una ciencia que "hace hablar" a los huesos


    La antropología forense es una ciencia todavía joven en nuestro país, aunque se está extendiendo cada vez más por todo el mundo por su enorme utilidad a la Justicia a la hora de resolver muchos casos criminales en los que los investigadores no encuentran una solución evidente. Esta ciencia tiene como finalidad el estudio de los restos óseos esqueléticos, con objeto de llegar a la identificación personal y averiguar la causa de la muerte, la data de la muerte, la edad, sexo, raza, estatura, posibles marcas profesionales, antiguas lesiones óseas, así como el estudio de la cavidad bucal (verdadera caja negra del cuerpo humano, según el doctor J. M. Reverte Coma) y todo cuanto sea posible para proporcionar información a los investigadores policiales para que puedan llegar a la identificación de una víctima.
    La labor del antropólogo forense comienza cuando la Policía se encuentra ante un cadáver que no puede identificar, por ejemplo si éste está en avanzado estado de putrefacción, esqueletizado o incluso cuerpos a los que los criminales han hecho desaparecer las huellas dactilares y hasta partes del cuerpo (cabeza, extremidades) que son elementos fundamentales para la identificación policial, y aquellos casos en los que el forense de campo, generalmente con pocos medios para hacer la autopsia, no es capaz de ver los pequeños detalles. El Antropólogo ve los huesos que estudia como un papel de calco en el que han quedado registrados cuantos acontecimientos han tenido lugar a lo largo de la vida de un individuo, y especialmente los traumatismos que han llevado a la muerte de la víctima.
    A sus laboratorios son enviados constantemente restos cadavéricos que pueden llegar en muy diversos estados de descomposición, de momificación adipocira, de putrefacción o simplemente ya esqueletizados. Es precisamente en estos casos, en que la autopsia propiamente forense poco o nada puede deducir de las partes blandas y en los que la policía no ha encontrado huellas dactilares u objetos que permitan la identificación, cuando empieza el trabajo del antropólogo forense. Lo primero que se hace en estos laboratorios es esqueletizar los restos, así en cuarenta y ocho horas, al disponer de unos restos esqueléticos limpios, desodorados y esterilizados, se puede comenzar el estudio minucioso de cada centímetro de los restos. En ocasiones los restos son hallados momificados. En estos casos se pueden obtener muchas veces las huellas dactilares por medio de la revitalización de los tejidos, de las partes blandas y bien por impresión directa o por medio de fotografía con iluminación especial, se podrán obtener huellas aceptables que permitan la identificación de la víctima.
    El cráneo es una parte indispensable para llegar a deducir como era el rostro del sujeto. Esto se logra con diversos métodos. Los laboratorios de Antropología Forense disponen de un moderno equipo electrónico, una computadora-analizador de formas con circuito cerrado de televisión que permite obtener la silueta de frente y de perfil del cráneo que se muestra al ordenador, añadiéndole las partes blandas probables que tuvo el individuo. En otros casos y siguiendo otros métodos se recurre a la reconstrucción de las partes blandas por medio de plastilina o arcilla aplicadas sobre la cara conservando los espesores medios según unas tablas milimétricas. En todo caso estas técnicas permiten obtener una imagen tridimensional de cómo debió ser la cara o rostro del sujeto. Otras veces, sobre todo cuando el cráneo presenta rasgos muy característicos, con la ayuda de un buen artista-dibujante del Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil se ha plasmado gráficamente el probable rostro de la víctima. Esta técnica se basa en observaciones anatómicas muy precisas y otros rasgos subjetivos. La ayuda de técnicas como la fotografía y la radiografía es fundamental para estos estudios, así como las técnicas histológicas y microscópicas. La radiografía, aplicada por ejemplo al estudio de los senos frontales del cráneo, es muchas veces definitiva para llegar a una identificación (no hay dos individuos que tengan iguales los senos frontales). Otras veces, la radiografía de la cavidad bucal permite llegar a la resolución de casos que parecían imposibles de resolver.
    Por otra parte, como el criminal casi siempre deja su sello personal, su tarjeta de visita sobre la víctima o dentro de ella y en las cercanías del lugar donde la depositó, la inspección ocular es tan importante para el investigador policial como para el antropólogo forense, y lo ideal es que se inspeccione el lugar del hallazgo. Así, el antropólogo forense con experiencia en arqueología tiene más oportunidades de sacar partido al caso si estudia in situ el material sobre el que ha de informar aunque sean después indispensables una serie de pruebas que sólo se pueden realizar en el laboratorio.
    Lamentablemente no siempre es posible que el propio antropólogo pueda personarse en el lugar del hallazgo de los restos óseos, que sería realmente lo ideal. En la mayoría de los casos los restos son hallados en alguna playa, en un bosque, en una cueva, bajo el piso de una vivienda o flotando en el mar. La policía o la Guardia Civil son avisados, así como las autoridades judiciales. El levantamiento de los restos se lleva a cabo y el juez con el médico forense deciden el envío al laboratorio de antropología forense.
    En estos casos es preciso señalar que la fotografía del hallazgo de los restos in situ tendrá un valor documental de primera magnitud. Estas fotografías no sólo son de gran interés para el sumario, sino que también tienen gran importancia para el antropólogo que más tarde hará el estudio de estos restos óseos. La recogida de los restos por parte de los investigadores ha de ser completa, por pequeños que sean estos restos. Si son enviados todos los fragmentos para su posterior estudio, en alguno de ellos puede hallarse quizás las huellas del cuchillo causante de la muerte o el roce de la bala o el proyectil responsable de la misma o la fractura que sufrió en vida el sujeto cicatrizando posteriormente y que puede ser reveladora para la identificación del cuerpo. También es posible que no se encuentre nada, pero ante la posibilidad de hallar algún detalle que contribuya al esclarecimiento del caso, a la identificación de la víctima, es preferible que se disponga de todo el material esqueletizado y no sólo parte de él. Por ejemplo, los descuartizamientos dejan huellas del instrumento utilizado en las articulaciones o en las extremidades de los huesos desarticulados por cuyas huellas se puede deducir la habilidad o inexperiencia del homicida, su posible práctica como médico-cirujano o simplemente como carnicero o su desconocimiento total de la Anatomía, lo que aporta una pista importante al investigador sobre la identidad del criminal. También el color de los huesos nos indica a veces si el cadáver estuvo enterrado o bien se esqueletizó a la intemperie, que es un dato igualmente importante.
    Además de los propios restos óseos, para el antropólogo tienen gran valor por ejemplo, el número y variedad de larvas o pupas de los insectos de la fauna cadavérica, así como los residuos de polvo y micropartículas contenidas en las ropas del cadáver o las uñas de éste. El estudio de la fauna cadavérica permite llegar a averiguar la data de la muerte a veces con bastante aproximación, la época del año en que tuvo lugar, los lugares dónde estuvo la víctima o algunos de sus hábitos, todo lo que es parte de la solución final. De la misma forma que otros peritos como el biólogo interesan las manchas de sangre y al investigador las huellas sobre el terreno, las manchas o presencia de esperma, al toxicólogo las substancias tóxicas, etc., para los antropólogos la presencia de un simple cabello adherido al cráneo puede ser fundamental para determinar edad, sexo, raza, prácticas de tintes o tratamientos de pelo, etc.
    Además de la intervención en casos policiales, sin duda una de las funciones más importantes de esta ciencia, otros aspectos de la antropología forense son los estudios y peritaciones realizadas en exhumaciones de personajes famosos de la Historia, las identificaciones en grandes catástrofes aéreas, ferroviarias, incendios, terremotos, etc.
    Y como menciona el doctor José Manuel Reverte Coma en su libro, "El antropólogo forense no es solamente un perito especializado en una difícil rama del conocimiento médico-legal, sino según nuestro criterio, es algo así como un Sherlock Holmes que tiene como especialidad el hacer hablar a los huesos, un verdadero colaborador de la Justicia, formando parte integrante de ella. Es por eso que en muchos casos, a medida que nuestras técnicas van siendo conocidas, apreciadas y respetadas por la administración de Justicia, nos desplazamos al lugar de los hechos, realizamos nuestra propia inspección ocular, discutimos los casos con los investigadores, obtenemos un juego de fotografías del "hallazgo del cadáver", y cambiamos impresiones con los colegas médicos forenses. Lo importante es que se llegue a la verdad de los hechos, dejando a un lado las competencias, las suspicacias, los protagonismos. Nosotros nos consideramos servidores de la Justicia y de quienes investigan el caso y nos gusta que se nos utilice al máximo de nuestras posibilidades".

lunes, 10 de octubre de 2011

Libros que leer.

LIBROS - LOS HUESOS HUMANOS, MANIPULACION Y ALTERACIONES Los huesos humanos,manipulación y alteraciones(Botella,Miguel C. y Jimenez Sylvia A. y Aleman,Inmaculada)
Los Muertos Tambien Hablan : Memorias De Un Antropologo Forense de Michael Browning
Los huesos también hablan:Memorias de un antropólogo forense(Browning,Michael)





Desenterrando huesos:La excavación,tratamiento y estudio de restos del esqueleto humano(Brothwell,Don)


Lugares que visitar.


La Historia del Museo Universitario de Antropología Forense, Paleopatología y Criminalística de la Escuela de Medicina Legal de la Universidad Complutense de Madrid comienza con la creación en el año 1980 del Laboratorio de Antropología Forense en la Escuela de Medicina Legal de la Facultad de Medicina.
Con medios muy modestos, hicimos el primer Laboratorio dedicado exclusivamente a la Antropología Forense en España, con la aprobación entusiasta del entonces Decano de la Facultad de Medicina, Dr. Vicente Moya Pueyo y todo el personal docente de la Cátedra de Medicina Legal, que poco después me elegían como Director del Departamento de Medicina Legal, Toxicología y Legislación Sanitaria, cargo que desempeñé hasta mi jubilación.
Pronto comenzaron a llegar desde diversos Juzgados de Madrid y numerosos puntos de toda España restos humanos óseos, cadavéricos, de casos criminales para su estudio desde el punto de vista de la Antropología Forense lo que resultó ser fundamental para su identificación.
Pronto se pudo ver el valor de este tipo de investigaciones, al conseguir en complicados casos la identificación de las víctimas a través de los restos óseos, primer paso para llevar a cabo una eficaz investigación policial.
Algunas de las piezas más demostrativas con lesiones causantes de la muerte violenta fueron dejadas en depósito a disposición del Juzgado remitente. Al cabo de los dos primeros años había conseguido archivar un buen número de evidencias, objetos y efectos judiciales, cráneos y aún esqueletos completos.
La extensión de los estudios antropológico-forenses al campo de la Paleopatología aumentó notablemente el archivo de piezas patológicas, lesiones sobre todo medievales y las no menos interesantes procedentes de incineraciones del primer milenio a.C. de diversas poblaciones de la Península Ibérica. Remitido por Arqueólogos y Prehistoriadores llegaba un abundante material, al que se sumó el procedente de diversos osarios de los s. IX al XVI.
Todo aquel material era de un valor histórico y didáctico de primer orden. Se hacía ya imprescindible mostrarlo no sólo a los alumnos de nuestros cursos sino a todo aquel que tuviera interés en el conocimiento de la Patología del pasado y a todos aquellos procedentes de otras disciplinas afines a la Medicina Legal como Jueces, Abogados penalistas, Criminólogos, Policía Judicial, etcétera.
Y la mejor forma de mostrar aquella que ya comenzaba a ser valiosa colección, era la creación de un Museo. Existía un precedente parecido, la Colección judicial de la Escuela de Medicina Legal de la Facultad de Medicina de San Carlos, donde yo estudié. Dirigía por entonces la Escuela y la Cátedra uno de mis mejores y siempre recordados maestros, el Prof. D. Antonio Piga. Por aquel entonces ya había numerosas piezas valiosas almacenadas en la Facultad de Medicina de San Carlos.
¿Dónde han ido a parar todas aquellas colecciones, tanto de huesos, como de armas homicidas de los casos históricos de principios de siglo? Es un misterio. Recuerdo que había en aquella colección varios esqueletos articulados. También han desaparecido en los traslados que sufrió la Escuela de San Carlos a la Ciudad Universitaria. Sólo sé que a mi regreso de América, después de 18 años de ausencia, tan sólo había algunos huesos desperdigados en los estabularios del Pabellón núm. 7 de la Facultad y unas momias putrefactas plagadas de voraces insectos, arácnidos y hongos que habían acabado con la mayor parte de los órganos internos y el resto de las partes blandas. La restauración de alguna de estas momias me llevó más de un año de trabajo.
Había que comenzar desde cero. El espacio se consiguió utilizando mi despacho y una sala adjunta y más tarde con otros espacios adyacentes. Las primeras vitrinas fueron obtenidas gracias a pequeños presupuestos que me fueron consiguiendo el Rector Gustavo Villapalos, el Decano Vicente Moya y el Consejo Económico y Social de la Universidad. La Colección de cráneos medievales y el Archivo Judicial pudieron ser debidamente acomodados. Las colecciones fueron sensiblemente creciendo hasta hacer necesaria una ampliación del Museo, cosa que logramos gracias a espacios que por medio de la obra civil correspondiente fueron preparados adecuadamente con instalaciones eléctricas y otros medios auxiliares.
Dos empresas privadas acudieron en nuestra ayuda en forma desinteresada y fueron construídas una serie de modernas vitrinas, dotadas con iluminación y plataformas con movimiento giratorio para la mejor presentación de determinadas piezas.
Lo que comenzó siendo un simple despacho dotado de vitrinas, se ha convertido en estos años en un Museo con cinco salas en las que el aprovechamiento del espacio ha llegado ya al máximo. Estamos haciendo las diligencias para transformar otro espacio que queda, en la sexta sala con lo que ganaríamos unos 72-74 metros cuadrados. Así las primeras vitrinas se convirtieron en 21, luego en 33 y más tarde en 46.
http://www.youtube.com/watch?v=nIFUXDJ6pm0

Antropología forense,lugares en los que puedes estudiarla.


El único curso específico de Medicina Legal y Forense es el ofertado por la Universidad Complutense de Madrid (Departamento de Toxicología y Legislación Sanitaria). Este curso incluye la Antropología forense en su parte teórica y como materia de investigación para tesis doctorales.
La Universidad Miguel Hernández de Alicante incluye la asignatura denominada Antropología forense, policía científica y dactiloscopia en su curso de doctorado en Medicina Legal.
Otras facultades de Medicina y Ciencias Biológicas ofrecen cursos de doctorado que incluyen temas más o menos relacionados con la Antropología forense.
Cursos Específicos sobre Antropología Forense
• Cursos Básicos de Antropología Forense:
Hoy en día hay una amplia oferta de cursos en las universidades españolas. La Universidad Complutense de Madrid imparte, una vez por año, un curso básico (virtual) de 60 horas lectivas, dirigido a licenciados en Medicina, Derecho, Periodismo, Historia y Arqueología, Biología, Ciencias de la Salud y Criminología, entre otros.
Otras universidades, como la Autónoma de Barcelona, La Universidad Miguel Hernández de Alicante, la Universidad de Granada y el Instituto Canario de Bioantropología y Paleopatología de la Universidad de la Laguna, organizan cursos específicos con mayor o menor regularidad o incluyen temas relacionados con la Antropología forense en cursos de Paleopatología.
• Cursos Master y de Especialidad:
Desde 1997, la Escuela de Medicina Legal de Madrid ofrece una especialidad de Antropología forense de 300 horas lectivas, desarrolladas a lo largo de un año académico, dirigido a licenciados con al menos cuatro años de experiencia en el campo.
En el año 2003, la Universidad de Granada inauguró dos cursos virtuales: el Curso de Especialización en Técnicas Antropológicas de Identificación Humana de 70 horas lectivas y el Master Virtual en Antropología Forense y Genética Humana que incluye 260 horas lectivas de Antropología forense.
La Universidad de Valencia organiza un Master en Medicina Forense para médicos, biólogos y odontólogos que incluye una unidad de Antropología forense.
FORMACIÓN EN LE CUERPO DE MÉDICOS FORENSES
El temario de oposiciones al Cuerpo Nacional de Médicos Forenses incluye seis temas sobre identificación, tres de los cuales versan sobre Antropología forense.
El curso de formación inicial, realizado en el Centro de Estudios Jurídicos, una vez superada la oposición, ofrece un temario básico de 10 horas de seminarios en Antropología forense.
Por otra parte, dentro del programa de formación continuada para médicos forenses del Centro de Estudios Jurídicos, se ha venido ofertando irregularmente, desde el año 1997, un Curso Básico en Antropología Forense, con la asistencia del Prof. Douglas Ubelaker, de la Smithsonian Institution.

RECONSTRUCCIÓN DEL CRÁNEO II

Vamos a continuar reconstruyendo el rostro de nuestro desconocido,ahora le toca a la boca.
antropologia.jpg
Para ella no hay una medida fija, por supuesto.
Todos conocemos bocazas y boquitas de piñón. Pero daremos los tres parámetros científicos:a) las comisuras se sitúan entre los caninos y los primeros premolares.
b) las comisuras se sitúan entre la línea que baja desde los puntos infraorbitales.
c) las comisuras se sitúan entre las perpendiculares bajadas de las pupilas.
Esas tres posibilidades son tres puntos de ensayo, que iremos afinando según nos marquen los músculos que ya tendremos hechos sobre el cráneo. Los surcos nasolabiales no sobresalen más allá de los caninos, acentuándose en ancianos y desdentados.
De la nariz sale un surco ligero, el philtrum o surco nasooral, que llega al centro del labio superior: su anchura corresponde a los alvéolos de los incisivos centrales.
La anchura de los labios, su altura, se corresponde con la altura de la corona de los incisivos superiores, aplastándose con la edad y el desgaste dentario.
Vamos ahora con el pabellón auditivo:
La forma del cartílago auricular está en relación con la forma externa de las apófisis mastoides (parte alta de la mandíbula) y con el desarrollo menor o mayor de la parte trasera del arco cigomático (órbitas). Ello dará orejas pequeñas y pegadas o granantropologia1.jpgdes y sobresalientes. El borde de la oreja, que se dobla hacia delante, es más plegado en caucasoides que en negroides.
El lóbulo está pegado o separado: pegado si el músculo mastoideo se inclina hacia abajo, separado si se proyecta hacia delante. En general la altura de la oreja se corresponde con la de la nariz.
Y, en líneas generales, ya tenemos el rostro de nuestro personaje. Para ello hemos recurrido a antropólogos forenses, dibujantes, médicos y odontólogos.
Habremos tenido en cuenta, con el cráneo, los posibles traumas que afecten a su fisonomía, como por ejemplo la nariz rota o deformaciones dentarias que hagan variar las mandíbulas. Instalaremos globos oculares, rellenando los músculos orbiculares.
En la nariz añadiremos, a los lados, una anchura de 5 mm en caucasoides y 8 en negroides.
Modelaremos los pliegues nasoorales y nasobucales, orificios nasales y párpados.
El pelo también podemos saber dónde nacía: el hueso, en su parte frontal, es más poroso en la línea de nacimiento del cabello, más cuanto más fuerte y abundante era el pelo. La porosidad disminuye en las entradas, y desaparece en los calvos.
Ahora haremos fotos de nuestra obra, y las compararemos con las de personas desaparecidas.

RECONSTRUCCIÓN DEL CRÁNEO

reconstruccion_craneo2.jpgSi tenemos el cráneo podemos reconstruir el rostro de la persona a la que perteneció. Es uno de los trabajos más creativos y gratificantes de la antropología forense, y por supuesto exige grandes especialistas.
Vamos a acompañarlos en su labor.
Lo primero es restaurar el cráneo si está roto, pegando los pedazos, reconstruyendo con resinas los trozos que falten y consolidando el tejido óseo si está en estado de fragilidad. Después establecemos el sexo, según las medidas craneales y el grosor de los huesos. Y por último la raza, por los detalles morfológicos. Todo esto lo haremos en norma frontal y lateral, por medio de fotografías en las que se habrán marcado los puntos oculares, nasales y bucales.
Con todas estas medidas, que por supuesto siguen una escala matemática y están sujetas a tablas de medición, haremos una copia del cráneo en escayola o arcilla, y la colocaremos rostro arriba en una mesa, sujeta por tiras de arcilla. Rellenamos las cavidades, insertamos ojos de plástico y lo recubrimos todo de yeso y gasa. Cuando esté seco se extrae el cráneo. Lo ponemos boca abajo y repetimos el proceso con la parte posterior. Después reservaremos el cráneo, extraído del molde, con el resto de los huesos.
Conseguidos ambos moldes los juntamos, pegamos y retocamos la juntura, marcando los puntos cefalométricos.
Se van ahora construyendo los músculos faciales con plastilina: el masetero, los temporales, los orbiculares ocular y oral, cigomáticos y nasal. Puede hacerse también con arcilla.
Una vez reconstruida la capa muscular del rostro, se elabora una mascarilla en yeso.
Sobre ella, lo más difícil, y lo que nos llevará a una identificación: crear un rostro individualizado.
Empezaremos por las cejas. Éstas continúan la línea de los arcos superciliares, más o menos a 5 mm sobre el borde superior de las órbitas, más cerca cuanto más desarrollado está éste. Si la parte externa es más gruesa, las cejas sobresalen lateralmente, y se arquean hacia el temporal.
Los ojos están determinados por la cavidad orbitaria: su forma, tamaño, disposición de los párpados y apertura horizontal, algo que varía mucho según las razas, que inciden también en la disposición de los huesos nasales y del maxilar superior, así como en la distancia interorbitaria. Por ejemplo, los caucasoides tienen los globos oculares más juntos que los negroides. Y en todas las razas las mujeres tienen las órbitas más altas y los ángulos internos más próximos que los hombres. En general, la longitud de la abertura de los ojos equivale a un 60-80% de la anchura de las órbitas.
Hay dos formas del borde interno de la órbita: una recta de la cresta lagrimal, típica de los mongoloides, y en gancho, típica de los caucasoides.
La orientación del pliegue palpebral superior depende de la forma del borde supraorbitario. Por ejemplo, un párpado cercano al ángulo interno se relaciona con una órbita alta y un caballete nasal bajo.
reconstruccion_craneo4.jpgLa nariz varía mucho por sexo y raza. Se define por su raíz, perfil, punta y orificios nasales. La raíz se determina por la forma de su región glabelar o de inserción en el cráneo y por la longitud de las prolongaciones del frontal. El perfil puede ser recto, cóncavo, convexo o sinuoso. La punta, respingona, horizontal o ganchuda. Los orificios, longitudinales, transversales y redondeados. La anchura nasal se establece entre los puntos medios de los dientes caninos.
Mis lectores me disculparán que no dé más datos, pero al ser todos ellos muy técnicos, e ir esta página dedicada a no iniciados, se convertiría en algo totalmente ininteligible. Sigamos:
Para la reconstrucción del dorso de la nariz se toma el punto más sobresaliente de la espina nasal; a partir de ahí se traza una línea paralela a la anchura de la apertura del hueso; y a partir de esa guía, se trazan distancias equidistantes a su borde. Ese será el perfil del dorso.
El perfil del puente viene dado por la inclinación de los cartílagos nasales central y laterales, y por el grado de proyección de la espina: si la espina se dirige hacia arriba dará una punta nasal chata; si es horizontal será una nariz recta, y si hacia abajo una nariz aguileña. Si la espina es espatulada la nariz será ancha y con protuberancias, y si es bífida la nariz será de fosas separadas.